
La oralidad y la escritura, se muestran como dos ejes
fundamentales en el ideal de desarrollar de forma óptima una apropiada
comunicación, bien sea en el campo profesional o simplemente en el transcurrir
de las labores diarias, por más común que estas parezcan.
Sin embargo, ambas palabras,
por muy cercanas que se crea permanecen, entre ellas, existen varias
diferencias que las hacen distanciarse, pues al margen de ser formas de construcción
del lenguaje, la oralidad, se convierte en la de mayor importancia, pues es la
más empleada en los procesos comunicacionales que vivimos a diario.
Otra característica muestra que en la oralidad, los
elementos emisor – mensaje – receptor son indispensables, destacando que la
autonomía no prevalece pues siempre hay espacio para la confrontación de ideas.
En la lengua oral, las
diferencias dialécticas, acentos y entonaciones pueden llegar a torpedear el
proceso comunicacional, pues estos aspectos son fundamentales en un dialogo.
Tal vez, en la oralidad no
se logre de inmediato captar la idea de lo que se quiere expresar por parte del
emisor, pero a diferencia de la escritura, nunca se desvía el objetivo
principal de la conversación.
En la oralidad se pueden emplear recursos para asociar
o recordar cosas, situación que favorece ostensiblemente por si la memoria
llegase a fallar.
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